sábado, 8 de febrero de 2014

EDDLC - Capítulo 9: ¿Qué quieres, Rubén?


Contemplé el techo de mi cuarto, que se hacía más visible a medida que los primeros rayos de sol del día se infiltraban por mi ventana. Los números brillantes del despertador relucían junto a mi cabeza, casi apremiándome en silencio para que me levantara.

Oí cómo la puerta de mi habitación se abría lenta y silenciosamente para después volverse a cerrar. Una figura pequeña y oscura avanzó torpemente a ras del suelo y trepó a mi cama, deslizándose velozmente entre las sábanas. Al instante, sentí las frías y diminutas manos de Emma entrelazarse con las mías, mientras me susurraba:

-Noe, mami dice que te despiertes. Espera, ¿estás despierta?

-Sí, estoy despierta –respondí con una sonrisa.

-Ah. Oye, tu cama es muy cómoda.

-Ya, pero mamá tiene razón, si no me levanto ahora mismo llegaré tarde a clase. Esta noche, si quieres, te dejo dormir conmigo.

La cogí en brazos mientras se le iluminaba la cara en una radiante sonrisa de alegría ante mi propuesta. Fui con ella hasta la cocina y desayuné.

Después, me duché, me vestí y me peiné en tiempo récord, tras lo que salí de casa con la mochila pesando sobre mis hombros. El autobús me recogió en la parada y, como siempre, me senté al fondo, junto a Javier, que me dio los buenos días con una sonrisa de lado a lado. Últimamente, esas sonrisas eran más sinceras que nunca, y su alegría al verme inundaba sus ojos. Realmente me sentía muy a gusto con él.

Entonces, la cabeza rubia de Rubén asomó por el asiento de delante y una de sus miradas descaradas se posó sobre mi escote, como el día en que le conocí.

-Hola, preciosa –saludó. Fernando, que estaba sentado con él, se dio también la vuelta y se quedó mirándonos, con aire ausente.

-Hola, Rubén –suspiré.

-Te veo estupenda hoy. Por cierto, déjame que te diga que esa camiseta deja adivinar perfectamente que estás muy bien dotada… como mujer, quiero decir.

Abrí mucho los ojos ante su osadía mientras Javier bufaba, con el ceño fruncido.

-Eh… gracias, creo… pero te agradecería que dirigieses tu mirada a mi cara en vez de a mi camiseta y demás, si no te importa.

-Claro. La verdad es que tus labios también ofrecen unas vistas de lo más deseables… -prosiguió envalentonado el joven rubio.

-Rubén, yo…

-Tranquila, preciosa, no estoy diciendo nada malo –y guiñándome un ojo se dio la vuelta de nuevo.

No volví a hablar con él en lo que quedaba de trayecto, periodo de tiempo que Javier se pasó mirando por la ventana apoyado en un codo, con cara de mala leche.

El resto del día en el instituto transcurrió sin incidentes, exceptuando una pequeña discusión que se produjo frente a una de las cafeterías. Por lo que pude oír, Jennifer se había peleado con una chica de segundo. Lo que había comenzado como una simple conversación en tono frío, había acabado en una pequeña batalla basada en tirones de pelo, patadas y arañazos. Al parecer, todo empezó cuando la chica de segundo decidió que era una buena idea difundir por el alumnado la noticia de que Jennifer, que tanto presumía del color dorado de su pelo, era rubia de bote, y que el padre de la misma no era tan rico como la joven decía. Y claramente, eso de buena idea tenía bastante poco.

Como decía, aparte de ese incidente no ocurrió nada más digno de mención… al menos hasta que tocó el timbre de salida.

Me apetecía andar, por lo que decidí ir a casa a pie en vez de en autobús. Caminaba por la acera de una calle solitaria cuando, de pronto, una mano cubrió mi boca mientras un fuerte brazo me arrastraba hasta un callejón oscuro. Allí, me empujó contra la pared y sentí un cuerpo pegado al mío, impidiéndome huir.

Un rayo de luz se colaba entre varios tendales suspendidos sobre nuestras cabezas, y cuando ese rayo iluminó la cabeza rubia de mi agresor, descubrí con sorpresa a Rubén, que me sonreía torvamente.

-Vaya, preciosa, ¿nunca te dijeron que no es buena idea andar tú solita por las calles solitarias?

-Rubén –jadeé-. ¿Qué quieres?

-A ti –respondió, y yo sentí un escalofrío-. Por ahora, puede que me conforme con un beso tuyo, y después… ¿quién sabe? Reconozco que tengo muchas ganas de quitarte esa camiseta tan bonita…

Me retorcí, pero me tenía muy bien sujeta. Con la mano que le quedaba libre, me alzó la barbilla, haciendo que nuestros rostros quedasen a la misma altura.

-Rubén… Rubén, por favor…

-Shhhh… Calla. No voy a hacerte daño. Te lo prometo. Ya te he dicho que de momento solo quiero un beso…

Y dicho esto se inclinó hacia mí, con los ojos ávidos de deseo.

No iba a lograr zafarme, por mucho que me removiese… Estaba cada vez más cerca, ya podía sentir su aliento agitado sobre mis labios, y entonces…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...