Hola,
bookers. Hoy os traigo una entrada especial. Distinta. Personal.
Hoy vengo a
hablaros de los amigos de una forma diferente.
Ayer
regresé a casa tras un viaje de vacaciones en el cual descubrí muchas cosas, y
la más importante de todas quizá fuese que los amigos se esconden donde menos
te lo imaginas.
Ahora
mismo, mientras escribo estas palabras, me encuentro siendo espectadora de un
debate interior, en el cual luchan la pena por haberme separado de unos compañeros
simplemente increíbles y el orgullo de ser parte del mejor grupo de verano de
la historia: los Antipuertas. Y sí, sé que este nombre puede resultar extraño,
pero creedme, existe una historia detrás de ese título. Una historia que puede
que os cuente en otra ocasión. Pero no hoy. No ahora.
En
estos momentos quiero hablaros de cómo unas personas que no se conocían en
absoluto, que tenían procedencias distintas y destinos discordantes, que no parecían
tener nada en común, se encontraron en el mismo sitio. Y se miraron. Y se
hablaron. Y ahí empezó la magia.
En
ocasiones nos damos cuenta de que esa cara que pasó tan cerca y a la vez tan
lejos de nosotros un día cualquiera puede volver en el futuro, con más protagonismo
del que podríamos haber pensado en un principio. Gente que creímos que no
volveríamos a ver porque simplemente no parecía importante: alguien que camina junto
a ti en la calle, o que te cruzas en un paso de cebra, o que tropieza contigo en
una playa, o que desayuna a tu lado en una cafetería. No, definitivamente no es
importante. Pero más tarde esa persona vuelve a aparecer. Y de repente es más
que obvio su valor.
De
esto saben mucho Andrea y Ainhoa.
¿Y
después? Fácil: la amistad comienza a nacer. Puedes ver cómo crece ante ti al
reparar en esas pequeñas cosas que comenzáis a compartir. Palabras y gestos que
para el resto del mundo pueden ser una tontería, pero en los que tú puedes leer
ese segundo significado que vosotros habéis inventado. ¿No es así, Adrián? ¿No
es verdad que nadie mejor que tú conoce lo que se oculta tras ese simple “Eres
guay” lanzado al aire con el pulgar alzado, los ojos entrecerrados y una
sonrisa iluminando tu rostro?
Más
tarde las palabras se amontonan y se convierten en ideas. Llegados a este
punto, puedes empezar a despreocuparte. Dejar frases a medias. No pasa nada.
Alguien las acabará por ti, tal y como tú lo habrías hecho. Decís lo mismo
porque pensáis lo mismo, y lo demostráis de igual forma. Sé que sabes de lo que
hablo, Sara.
Tal
vez a estas alturas del relato todavía no entendáis lo que es la amistad.
Tranquilos. Soy consciente de lo difícil que puede llegar a ser. ¿Cómo
definirlo? Podríamos decir que los amigos son como esas estrellas que brillan
en las noches más oscuras, incluso cuando las nubes de pesadillas y tormenta insisten
en opacar su luz. O también que son los golpes de viento que te ayudan a
mantener el rumbo en el barco de la vida, resistiendo los embistes de las olas
gélidas y saladas. No me cabe la menor duda de que tú, Daniel, entendías a la
perfección el poder que daban los amigos cuando te subías a aquel barco. Y cuán
fácil parecía entonces ser los reyes de nuestro propio mundo.
Decidme,
bookers: ¿cuánto sabéis de vuestros mejores amigos? Aquellos a los que conocéis
desde hace tantos años… ¿Sabéis, por ejemplo, cuáles son sus postres preferidos?
¿Podrías afirmar con total precisión y seguridad qué color tienen sus ojos? ¿O
decir en qué juegos son realmente buenos? Si no es así, no sé a qué estáis
esperando para llamarles y preguntarles al respecto. Y no dudéis de mis
palabras cuando os digo que en tan solo diez días se puede conocer a fondo a
una persona. ¿No lo crees así, Josu?
Parad
un segundo, queridos bookers, y recapacitad. ¿Hay algo que queráis decirle a
ese amigo especial? ¿Alguna cosa que haya quedado pendiente entre vosotros la
última vez que os visteis? En caso afirmativo, ya estáis tardando en hablarlo
con ese chico o esa chica que tan importante es para vosotros.
Porque
si algo he aprendido de estos últimos días es que la amistad sabe durar toda
una eternidad habiéndose creado en tan solo una semana … pero los amigos
pueden no estar ahí para siempre. Mil razones se me ocurren ahora para que, en
algún momento de vuestras vidas, tengáis que separaros. Y tal vez ese adiós sea
efímero y reparable, pero también es posible que se trate de una despedida complicada e infinta.
Así
que no os arriesguéis. Disfrutad de la compañía vuestros amigos. Dejad que
ellos disfruten de la vuestra. Y, sobre todo, buscad la forma de no olvidarlos.
De no olvidarlos nunca.
"Amistades las hay de muchas clases, entre ellas dos. Una
clase se funda en afinidad de temperamentos, o en comunidad de ideas, o en
coincidencia de intereses, o en cualquier cosa por el estilo. Otra clase de
amistad no se funda en nada. Es la amistad por la amistad".
José Ferrater Mora
Este
texto va dedicado a más personas de las que aparecen en el mismo, pero sin las
cuales estos últimos días no habrían sido tan geniales para mí como lo fueron.
Dado
lo agradecida que estoy con ellos por haber sido simplemente increíbles, aquí
os dejo la lista completa de todos los que, en algún momento de su vida, se
sintieron un poco Antipuertas:
A
Diego, que a veces piensa que no le tengo en cuenta por ser mi hermano, pero
que no sabe que precisamente por eso él será siempre el primero.
A
María, que invariablemente nos ganaba a todos al ping-pong sin tan siquiera
despeinarse, y que jugaba al fútbol como los grandes de este deporte.
A
Paula, que se sentaba a escucharnos incluso cuando no decíamos más que
tonterías.
A
Ángel, que como decía Sara era un amor, y que nos demostró que a veces el más
inocente es también el más valeroso.
A
Andrea, que creía en un mundo sin trampas y sin mentirosos, y cuyo carácter se
hacía notar allá donde iba.
A
Ainhoa, que era la más pequeña, y no le tenía miedo a nada ni a nadie porque no
tenía razones para temer.
A
Mikel, que nos recordaba lo fuerte que te sientes cuando eres un niño y crees
en el poder de la verdad y la candidez.
A
Adri, que es con diferencia el chico más guay que conozco. Y le odio. ¿Querrá
ser mi mejor amigo?
A
Sara, que me entendía con solo verme y que pensaba a la vez que yo, haciéndolo
todo más fácil, convirtiéndome en cómplice de sus locuras.
A
Dani, que no sé si se acuerda de que le dije que en ocasiones los más bajitos
son los que más guerra dan y los que mejor saben defenderse. Y porque yo tenía razón.
A
Nerea, que me enseñó que cuando eres amiga de alguien da igual el tiempo que
pase: esa amistad no muere, y es por eso que no vale la pena llorar.
Y
a Josu, que “en general” es el mejor profesor de ping-pong y de euskera del mundo,
y que es el único chico de ojos de mil colores que conoceré en toda mi vida.
Gracias
por ser vosotros, Antipuertas. Creedme cuando os digo que no os olvidaré nunca. Pase lo que pase.
Qué emotivo Meri!!! Se ve que escribes mejor tras los viajes!!! ;P Ya tenía ganas de que volvieras.... Echaba de menos entrar en "Las quimeras de tinta" y ver una publicación nueva. jajajaja
ResponderEliminarAmmm, sobre la comparación de un buen amigo con una estrella.... Esa estrella produce luz, pero también le llega la de otra cercana a ella. (¡Seguro!) Hay que tenerlo en cuenta.... ;-)
Pero te digo lo que pienso sobre el tema? Simple: ¡¿Acaso alguien sabe realmente qué quiere decir esa palabra?!
Pero..... Genial!!! Como ya es costumbre O:-)
¡Hola! Parece que por fin puedo responder tu comentario, ¿eh? Jajajaja. Muchísimas gracias, Gabri. Me alegra que te haya gustado ^^ Y sí, ya ves, los viajes me inspiran, y más aún cuando tengo la oportunidad de conocer a gente tan estupenda como los Antipuertas.
EliminarEn serio, gracias por estar siempre ahí para comentar. El apoyo me sube la moral mucho, jajajaja.
Un besazo enorme,
Meri